lunes, 28 de mayo de 2018

¡Al agua patos!

Sí, allí me veías a mi, recien aterrizada después de unas minivacaciones que no me habían sentando especialmente bien (o si, porque lo único que quería hacer era ponerme a estudiar y "olvidarme" del mundo) yendo a cantar. Con los correspondientes temas, y sabiendo que al menos, no me preguntarían un tema atrasado, iba a ser un cante "chupao". 

La primera en la frente. Llego y el compi de delante me dice "oye que tenemos visita". Eso quiere decir que viene un jovenzuelo universitario a ver qué es eso de opositar -siempre me pregunto si realmente eso sirve de algo, porque estando yo en su lugar no me enteraría de nada en absoluto y me parecerían dioses aquellos capaces de vomitar a tanta velocidad frases coherentes sobre derecho-. Como fuere, no eran uno, sino dos, las visitas. Amigas del alma, o al menos compañeras infatigables de búsquedas laborales. Muy majas, la verdad. 

A pesar de que no eran dos, sino seis los ojos clavados en cada uno de mis movimientos, no me asusté. Realmente solo hay unos cuantos (pares de) ojos que me pondrían nerviosa, pero para cuando se dé, voy a gestionar al máximo esos sentimientos. Son solo ojos, al fin y al cabo ¿no? :-p. El caso es que se juntó mi indiferencia con mi "cante chupao". Cuando...tachán tachán...

-"Bueno pues me cantas este atrasado de 2 cantes".

(¡La leche! el j*dío si que viene aprentando fuerte, si. Al lío). Esquema de 2 minutitos para refrescar todo aquello que pudiera repescar de esta maltrecha mente. Busca que te busca, sin rastro de emociones ni autojuzgarme (¡olé y doblemente olé! lo que me ha costado llegar hasta aquí), un principio por aquí, un poco de historia por allá, un "oye pues va a ser que la estructura está aquí a fuegooooooteperonoteemocionesysigue". 

Cuando ese limitado tiempo acabó. Me vino por un microsegundo aquella primera sensación, en la que con 3 o 4 años, me soltaron en la piscina, sin manguitos, sin tabla de salvación. Esa sensación de "me ahogo" y a continuación esa bocanada de aire salvadora, que me hizo darme cuenta de que yo si que podía, sola, sin añadidos, podía seguir viviendo y llegar de un punto a otro (como un perrito y siendo adelantada por toooodos los niños, pero bah, nunca me gustó hacerlo fácil jajaja). 

La cuestión es que dí esa bocadanada, y un chorro de información, y bocanada y otra...y no sé si como un cachorro, una leona o un elefante, pero la cuestión es que me salió francamente bien. El preparador aunque no me lo reconoció, se quedó muy satisfecho (me enteré unos días más tarde). Y aunque ahora no siento las cosas muy a lo bestia, reconozco que fue una gran victoria para mi. He luchado mucho para estar aquí, para mejorar hasta este punto. He llorado mucho, pero siempre he remado para no quedarme quieta. 

Por eso estoy contenta. Muchísimo. No sé si aprobaré, pero estoy muy orgullosa de mi (y empiezo a creer. aunque con la boca chica, que aprobaré) ;-)

Ánimo, los procesos de cambio llevan tiempo y sufrimiento e incertidumbre, pero no estás solo, ni eres el único, ni eres el primero que necesita pasar por ahí.

lunes, 14 de mayo de 2018

Semana de mierda.

Bye!
Porque a las cosas a veces hay que llamarlas por su nombre. Y si este ha sido por lo general un buen mes en la oposición, la última semana ha sido una semana de mierda, con un ánimo de mierda, unos cantes de mierda y unos días de mierda. Donde me he sentido la última mierda del mundo y en la que me he dejado aplastar por todo ese montón de mierda.

Ha sido una semana de pestilencia votimiva a vida vacía y estudio sin sentido, mezclado con pensamientos de que nunca seré nada ni seré para nadie con olor a azufre y descomposición. Han sido días de arrastrarme hasta los folios, de ponerles mi mejor cara de vinagreta y tragarmelos con una pinza en la nariz para contener la respiración. Cantes mediocres con ponzoña en la punta de la lengua que con la última palabra se podía convertir en trampa mortal. Tiempos conmigo misma andando, en los que lo nauseabundo era una pisada más, y aún así seguía, incrementando ese hedor. Han sido largas horas sin sol, ni lluvia, ni nada vivo que demostrara que el tiempo seguía avanzando en una rueda incesante de proximidad, que permitiera ver que por lo menos algo avanzaba en mi vida. 

Pero estoy harta. Harta de ver la mierda en esos días y harta de sentirme una mierda, porque no lo soy. Que hoy no tenga nada -y cuánto duele ver solo ese lado- no quiera decir que no lo tenga, sino que solo miro lo que no tengo. Que hayan sido días de mierda, no me puede convertir en un cuerpo errante clamando que la vida es una mierda. Porque sencillamente no lo es. Negar las evidencias de esto último, es tanto como querer seguir estando en un agujero negro, y permitir que cada vez te atrape más. El día es mucho más que letras y que pensamientos circulares. Es mucho más que todo eso, más que circunstancias puntuales, más que comentarios esporádicos y textos complejos, más que personas y vivencias, mucho más. Es más, porque tu eres más.

¡Adiós semana de mierda!