Probablemente es la última vez que hable de ellos en los próximos meses, no porque no vaya a querer (que tampoco), ni porque me vaya a convertir en una máquina (que también), ni que vaya a dejar de sentir (que...bueno, está por ver). Sino porque hoy me toca dar un paso más al frente, para estar un poco más cerca de la meta y es momento de no ser, sino solo estar.
Ha llegado ese momento en que no puedo permitirme el valorar si es una locura o no estudiar mil horas al día; si el preparador me ha corregido más o menos estrictamente; si hace poco, mucho o infinito calor; si la gente va o no va a la playa o si coge o no vacaciones y cuántos días y dónde va. Es momento de ponerse el corsé, que dejé un poco desatado desde la última vez que me presenté.

La ventaja es esa, que no puedes pensar. El inconveniente es el mismo: que no puedes pensar. Así que bueno, allá va.
Tengo miedo a que el trabajo no vaya a funcionar esta vez (tengo decidido de antemano que si no funciona, habrá otra/s veces. No me rindo), a que físicamente me quede muy perjudicada, a bloquearme, a obsesionarme locamente con algo o simplemente a que el examen sea una suerte de Dementor (aspira almas del mundo Harry Potter) que se lleve una parte de mi para los restos.
Estoy contenta porque he crecido como persona exponencialmente, pase lo que pase, eso se lo debo a la oposición y a mi esfuerzo, por ir a contracorriente muchas veces, por vencer mis miedos, por caminar cuando el suelo en el que posaba los pies era fango. Y más aún porque tengo la suerte de poder ver las cosas más claras que antes, pero de un modo más flexible que nunca.
Soy feliz con la gente que me rodea, porque se han quedado pocos pero buenos. He prescindido (aunque también podría decirse que han prescindido de mi) de los NO en mi vida, y he dado paso a los SI, a los "exprimir el minuto", a los "veremos", y al "plan es que no hay plan dentro del plan". También lo soy porque los detalles se han convertido los puntos calientes de mi día a día, son la sal que hace mi plato más gustoso.
Me siento una privilegiada por seguir estando aquí, por tener aún esas ganas del principio de trabajar para lo que me estoy esforzando tanto. También porque mi fuente de sustento me lo permite y no me reprocha (casi) nada mis ausencias y valora mis logros y consuela mis batallas perdidas.
No estoy nerviosa por el examen, puede porque falten meses. Pero mi propósito es seguir apartando de mi ese cáliz (permitidme la licencia bíblica), y seguir pensando en el "cante a cante, verso a verso". Estoy nerviosa por el objetivo del día, por el artículo de turno que no quiere entrar en la cabeza.
Estoy muy ilusionada con el examen, con pensar que el año que viene por estas fechas puede que ya haya gritado a los cuatro vientos que lo he conseguido. Pero también porque la vida me ha cruzado con personas estupendas, de las que he aprendido más que en todos mis anteriores juntos, y espero, me sigan enseñando hasta los 88 años.
Me siento fuerte. Es la verdad. Desde que sé que este año si. Que este año llego al examen. No sé qué pasará, y sé que el primero no va a ser fácil pasarlo, porque la gente es brillante (en serio, ¡vaya nivel Maribel!", porque el camino va a ser serpenteante y muy muy duro, porque ese día puede pasar de todo. Pero es todo mental, y hay que creerse fuerte para estarlo.
Así que bueno, abierta la Caja de Pandora de los sentimientos, ventilada por arriba y por abajo, la cierro por una temporada. Cruzaré los dedos para que no haya tormenta de arena que la revuelva mucho y me obligue a abrirla. Y espero transmitiros un poco de fuerza y energía positiva a los que os encontréis en el "desierto".
Buena semanita!