Si hay algo que la oposición me ha dado son los momentos más gratificantes, pero también los peores. El sábado pasado fue uno de estos últimos.
El viernes ya empezaron a flojearme los ánimos y a pesar de los abrazos mendigados a una amiga y los inesperados comentarios de que mis temas son lo mejor (son como mis hijos, imaginad el orgullo de una madre cuando dicen que su niño es el mejor de la clase y extrapoladlo a ese comentario), nada consiguió sacarme de ese estado.
La catátrofe se cernía sobre mi, y efectivamente, el sábado amanecí con la cabeza gacha, me arrastré a la cocina, me senté con mi café con leche delante y empecé a darle vueltas con la cucharilla...y una...y otra...y otra...hasta que la tormenta se desató, empecé a llorar y llorar y llorar... Por suerte, andaba mi madre cerca para escucharme, para abrazarme.
Me dijo que este es un camino duro, que es normal que no siempre esté en la cresta de la ola. Pero esa impotencia que sentía...ese sentimiento de querer llorar mezclado con rabia, el no entenderte ni a ti misma...Eso nadie te lo explica ni en la facultad, ni en casa, ni el primer día que te presentas al preparador.
Son sentimientos puros y duros, como querer a alguien. Absoluta y completamente irracionales. Y yo me asusté, porque "ostras tu, a ver si voy a coger una depresión". Que yo a la opo se lo doy todo todito todo, menos a mi familia y mi alegría.
Entonces fue cuando empecé a exteriorizar todo lo que me preocupaba, desde quedarme calva (leñe con la caidita de pelo) a que los temas tardo mucho estudiarlos en segunda vuelta y eso hace que vaya con el agua al cuello, hasta el pánico a convertirme en un ser tan raro y antisocial que me quede sola en el universo.
Entonces mi madre no sé a santo de qué, sacó la frase de la semana lo de "en mi p*** vida he cobrado un sobre" y no sé cómo pude llegar a entender toda la rabia que se incluye dentro de esa frase. De antemano diré que no sé si los cobró o no, sino que lo extrapolo a su condición de exopositora. Es que me imagino, yo en ese momento, con mi plaza que me ha costado años, amigos, lloros, disgustos, rutina, arrugas, kilos, desconexión...y que venga otra persona -quién sea!-a decirme que he hecho una cosa así...y bueno, lo de decir una frase tan así hubiera sido lo menos que hubiera hecho.
Y en ese momento pensé que no quería que estos momentos tan amargos se me olvidaran, no quiero olvidarme que esta plaza -en presente, si, mi teoría es que ya es nuestra- me ha costado más que cualquier cosa. Quiero que cuando llegue el momento en que me asquee la Administración Pública, o mis jefes sean odiosos o simplemente me aburra -porque ese día puede que llegue- me recuerde llorando, abrazada a mi madre, deseando tanto estar ya dentro, trabajar por el interés general, disfrutar con el derecho...y me dé cuenta de cuánto costó, que no me vino regalada, que me cambió tanto por fuera como dentro.
El sábado deseé ser otra persona. Pero si lo pienso ahora, no sé quién me hubiera gustado ser, creo que en el fondo nadie, al fin y al cabo, lo que fácil viene fácil se va, y yo no busco una plaza para dos días.
Puede que sea verdad eso de que hacen falta momentos malos, para apreciar los buenos. Atravesar la tormenta y mantener las velas solo depende de uno mismo.
Buena semana.
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