jueves, 8 de septiembre de 2016

La leyenda de la voz.

"Cuenta la Leyenda que, en un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera, vivía una muchacha de ojos negros y largos cabellos, cuyo pasatiempo era hacer de celestina entre los jóvenes de la zona -un Tinder del momento, ya sabéis, pero con un propósito algo menos mundano- 

No obstante, la muchacha, alcanzada la edad de su casamiento, dada la fama que tenía, era incapaz de encontrar a un caballero con quien pasar los años venideros. Quedóse, por tanto, haciéndo de su pasatiempo su oficio: casamentera. 

Su día a día consistía en pasear por el barrio, observando a los mozos, las mozas y los jovenzuelos, tomando notas mentales sobre sus costumbres, destrezas, características y perspectivas de futuro; haciendo y deshaciendo mentalmente parejas, combinaciones prácticamente imposibles de descifrar hasta alcanzar el par óptimo. Así se divertía, y pasaba el tiempo.

No pasando muchos años, y aún siendo una joven en edad de merecer, salió como de costumbre, esta vez a comprobar determinadas circunstancias que envolvían a Ricardito, el hijo del panadero; y comprobar si, efectivamente, era la horma del zapato de María, la recien llegada al barrio. Sin embargo, en su camino, tropezó con algo que cambiaría por completo el curso de los acontecimientos -y de su vida.

En el número 4 de la calle en la que se encontraba, había una ventana abierta, y de ella salía una voz que embelesaba a cualquiera: joven, masculina, sin estridencias, con una cadencia que conseguía que el pulso se le acelerara, con un tono a la par que suave estricto. ¿Quién era?¿Lo conocía? Juraría que en esa casa no vivía nadie que pudiera responder a esas características.

Así, todos los días a la misma hora, pasaba por debajo de esa ventana, y todos los días oía a LA voz, encandilando a quien quisiera pasar por debajo de su ventana. Sin embargo, el tiempo seguía pasando sin que ella, voraz recolectora y consumidora de información, consiguiera obtener su identidad. Empezó a observar que no recibía correo, ni apenas llamadas telefónicas...solo desaparecía por unos momentos un día a la semana, pero nunca le llegó a ver la cara, ni saber su nombre, ni siquiera por qué recitaba y de qué trataba.

Su amor reconvertido en obsesión le llevó a olvidar su labor de celestina, y comenzó a pasar largas horas debajo de su ventana, tratando de descifrar lo que el muchacho reiteradamente repetía con esa cadencia que podría reconocer a cientos de kilómetros. Y así fue, como ella, a base de apuntar lo que él decía, comenzó a memorizar sus textos sin entender ni una palabra, esperando que, a base de repetirlos, llegara a comprender el código secreto que contenían. 

Un día, a primera vista, como cualquier otro, ella cogió lo acostumbrado: pluma, papel y silla. Pero cuando llegó al número 4 de aquella calle, encontró la ventana cerrada, las persianas bajadas y ninguna voz que recitara. Desesperada, cogió fuerzas y llamó al timbre, pero nadie abrió, así que decidió esperar, un día, y otro, y otro.

 Su obsesión convertida en su perdición, hizo que la cabeza acabara por desvanecerse en la locura, y se dedicó a partir de entonces a repetir los textos que había escuchado a aquella voz aterciopelada: el Título I, el II, el III, artículo 1, artículo 2, artículo 3; tema 6, 8, 10... esperando que al oírlos reapareciera. Sin embargo, ella no sabía que el muchacho ya nunca más necesitaría volver a recitarlos, ni que probablemente ni siquiera los quisiera volver a oír, es más, ni siquiera que él se había trasladado a otra ciudad para empezar su nuevo trabajo.

Asi fue como ella, una vez falleció, de pena o de locura, no se sabe bien, sigue yendo por las calles, cantando temas, esperando que LA voz de su opositor le siga el ritmo cantando el tema".

PD: siendo tantos opositores como somos, ya va siendo hora de tener nuestras propias leyendas "bonicas" no ¿o qué?

¡Lo conseguiremos!

jueves, 1 de septiembre de 2016

Corsé y silencio.

Semana pasada, y seguimos. De momento no está siendo tan grave como todo hacía presagiar. Aunque reconozco que al tratar de cantar el primer tema el primer día, hasta en dos ocasiones me entraron unas enoooormes ganas de llorar, así, "sin motivo".

Pensando estos días, creo que lo que realmente me está pasando es que después de este descanso en el que te quitas el corsé de la oposición y puedes pensar, sentir, escribir, imaginar, leer, caminar, hablar...cuando y (casi) donde quieras, tienes que volver a esa faja que oprime todas esas partes que te gustan de ti (¡que te encantan!) para volver a lo que debes hacer. Y sé que mientras opositas puedes hacer todas esas cosas -al fin y al cabo no son nada del otro mundo- pero sabes que en el fondo no lo harás al 100%, porque los temas, las actualizaciones (seguimos con ellas después de tanto tiempo, si) y las mejoras en el cante se van apoderando poco a poco de tu cabeza, y acaban monopolizando tu tiempo. 

Como todo reinicio de año, trato de mejorar algunas cosas, y en relación con esto, he decidido tomar cartas en el asunto. Como todo, esto siempre funciona a la teoría de prueba-error, así que mi primera medida ha sido hacer algunas cosas, que antes hacía mientras escuchaba música, en silencio. Esto que parece la undécima paranoia, tiene como objetivo dejar que en esos ratos, la cabeza fluya por donde quiera, sin obligarle a escuchar noticias o música que anestesie esos pensamientos, y por tanto, que no "aparezcan" en mitad de las teorías sobre el fundamento de la posesión, por ejemplo. Solventarlos y no esconderlos. Gestionarlos en vez de hacer como que no existen.

Para mi no es algo sencillo, porque adoro ambas cosas: la música y estar informada. De momento llevo toda la semana almorzando y haciendome la cama así, dejando que la marabunta de pensamientos fluyera, y si que he notado cierta mejoría en cuanto a su "ataque" en el momento de estudio.

Por lo demás, y para ser sincera, estoy relativamente contenta con los resultados del (ya viejo) nuevo método que empecé a utilizar hacia mediados de enero. Sigo estudiando demasiado lenta, incluso temas ya estudiados con ese método, pero los artículos y la estructura del tema, están infinitamente mejor aposentadas que con el antiguo método. Sigo pensando aún así lo mismo, que no sé si el nivel que estoy alcanzando será suficiente para aprobar, pero sé que he mejorado, y mientras no me estanque, todo fluirá bien.

¡Lo conseguiremos!