En un lugar de la Mancha (o de cualquier otro), de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un Quejica de los de lengua larga, queja fácil y negatividad a raudales. Un listado de frase más desalentadoras que de agradable entendimiento, bufidos las más noches, duelos y quebrantos los días de cante, una frase animosa los viernes -por aquello de que se acaba la semana-, algún improperio malsonante de añadidura los domingos, consumian las tres partes de su conversación.
El resto della concluían sayo de opositor (pijama en nuestro tiempo), calzas de velludo para las fiestas ("usease" la ropa de ir guapo al prepa), con sus pantuflos de los mesmo, y los días de entresemana se honraba con su chandal de lo más fino. Tenía en su casa un Código que pasaba de los cuarenta y un cronometro que no lelga a los tres y una pobre familia que así se pasaban las horas esperando que el "rocín" no repartiera sus coces por doquier.
Frisaba la edad de nuestro Quejica con los veintitantos años. Era de complexión recia -debido a su mantenido sedentarismo-, seco de carnes -porque el jugo ya lo ponían sus certeras palabras-, enjuto de rostro -tanto era el veneno que salía de su boca- y gran madrugador (esto dice Cervantes, pero yo discrepo, madrugador solo era por quejarse de la hora, que luego volvía a acostarse) y amigo de la caza (se entiende de la caza de situaciones para quejarse, porque lo que es moverse de la silla...).
(...)
Es, pues, de saber que este sobredicho
hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran
los más del año—, se daba a quejarse, con tanta afición y
gusto, que olvidó casi de todo punto el
ejercicio del estudio y aun la administración de
su tiempo y oposición; y llegó a tanto su lengua viperina y su ansia de crítica en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura
para comprar libros de queja en que
leer, y,
así, llevó a su casa todos cuantos pudo
haber dellos; y, de todos, ningunos le parecían
tan bien
como los que compuso él mismo,
porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas
razones suyas le parecían de perlas, y más
cuando llegaba a leer aquellos vilipendios a los que estudiaban más horas que ellos y los desprecios a los que también compartían sus alegrías. En otros foros y en muchas partes hallaba escrito: "La razón
de la sinrazón que a mi razón se hace, de
tal manera mi razón enflaquece, que con
razón me quejo de la vuestra tenacidad" (...)
Con estas razones perdía el pobre caballero el
juicio, y desvelábase por entenderlas y
desentrañarles el sentido, que no se lo sacara
ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si
resucitara para solo ello. Todo eran quejas, pero ninguno el remedio, que hace de nuestro Quejica un hidalgo caballero.
PD: mi particular queja sobre esos hidalgos caballeros/as que trotan por el mundo queja tras queja. Y un consejo, la mejor respuesta a una queja: "bueno, hay que amoldarse", mano de santo ;-)
¡¡Qué bueno!!:)
ResponderEliminarun abrazo!
Muchas gracias! más viniendo de una artista como tu :)
EliminarXDDDD Con lo divertido que es quejarse! jajaja muy bueno y muy original! me encanta!
ResponderEliminarsiiiii!!! pero la queja sobre queja a veces cansa!!! yo también soy quejica a ratitos, que es sano! Un beso y gracias!
EliminarMuy bien! Me ha gustado.
ResponderEliminarMuchísimas gracias! ^^ Un beso!
EliminarENHORABUENA Luchadora!!!! Una maravilla de entrada! :):)
ResponderEliminarUn abrazo y mucha fuerza,
Carperista.
Ay que ilusión! Muchas gracias! Fue un momento de concatenar ideas jajaja, menos mal que Cervantes no levanta la cabeza! jajajaja Un beso!
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