Folio en blanco. Más o menos es la oportunidad que te brinda
la vida cada vez que se pone punto y final a las historias. Puntos de inflexión
que permiten autojuzgarse, ser juez y parte, frenar, respirar y empezar de
nuevo. Este último año se me permitió (me permití) preguntarme de verdad quién
soy, qué quiero, qué busco. De sobra sabes no ha sido un año fácil, más bien
todo lo contrario, y aunque el día a día ha sido duro, pesado, tedioso –a veces
hasta la extenuación- ha sido un buen año.
Ha sido tiempo de sentirme sola, porque solo ahora entiendo
que ha sido necesario estar sola, sentirme sola para valorar hacia dónde va mi
vida, qué cosas quiero y cuáles no, qué estoy dispuesta a dar y qué cosas no. A
pesar de estos casi 365 días que han transcurrido desde aquél punto de
inflexión, sigo teniendo muchas preguntas sin resolver, quizá no las mismas que
las iniciales –¿seré capaz de superarlo?¿qué será de mi sin él?- pero otras
muchas -¿sabré enamorarme?¿encontraré a alguien?¿”perderé la cabeza” durante la
oposición?- que aunque me intento convencer de sus respuestas positivas,
racionalmente no las veo claras.
Que esto es un proceso, lento, pesado y que a veces se hace
tan cuesta arriba que dices “¡Dios mío, con lo fácil que sería nacer sin
corazón, ser un autómata y no sufrir!”. Pero no, la vida es sentir, lo bueno y
lo malo, explotar de felicidad y desgarrarse de dolor. Pero siempre continuar,
seguir caminando, seguir creciendo.
Que la vida nos depara lo inesperado, para bien y para mal,
es algo que creo, todo el mundo sabe, pero de lo que no eres consciente hasta
que te pasa. Sí, a todos nos puede pasar por la cabeza que los accidentes de
tráfico existen, pero no somos conscientes de que hoy estás aquí y mañana,
puede que ya no. Y está bien que algún día algo o alguien nos haga caer en
ello, a ser posible un par de veces o tres al año, porque es en esos momentos
en que te paras y piensas en tu suerte.
Yo puedo decir que tengo la suerte de poder mirar para atrás
y decir no solo que lo he superado, sino que soy más yo que nunca, que a pesar
de ser opositora, de no tener tiempo, de que la gente se diluya entre la
multitud y solo queden 2 o 3 amigos, me reafirmo en cómo soy, en lo que quiero
y en lo que no –tanto mío como de los demás. Que el pasado es bonito recordarlo
cuando ya no duele, o duele menos, saber que fuiste feliz, porque no nos
engañemos, lo fuiste, pero que el pasado no encaja en tu presente, porque tú no
eres la misma persona.
¿Qué has hecho tonterías? Sí. ¿Qué te has querido comer el
mundo demasiado deprisa? También. Pero esas cosas han hecho que crezca, que
evolucione, que mire la vida de forma distinta, y a las personas también. He
comprendido que ni todos vienen de cara, ni somos así porque queremos, sino que
estamos moldeados por las circunstancias y vivencias personales, cosa que se
debe tener en cuenta.
Puede que me equivoque volcándome en los demás, puede que
nunca vaya a recibir lo mismo de todo el mundo, pero no sé ser de otra forma.
¿Qué me llevaré los peores golpes de esta manera? Probablemente. Pero creo que
he llegado a la conclusión de que prefiero tener la posibilidad de sufrir por
esta razón que sentirme mal todo el tiempo por no echar un cable a alguien que
lo necesita y al que puedo ayudar.
También me he dado cuenta de que la gente necesita que le
escuchen –yo la primera- y hoy en día es difícil encontrar a alguien que lo
haga con interés y de corazón. Si tuviera que hacer un listado de aptitudes
para la amistad, sería la primera. Intento ponerla en práctica, aunque en los
últimos tiempos parece que soy un poco egocéntrica, me esfuerzo en escuchar, en
dialogar, en ver puntos de vista distintos y diferentes a los que yo pienso. Me
cuesta horrores, pero me esfuerzo.
Creo que eso de mirarse al espejo y decirse las cosas que no
te gustan, es una de las mejores genialidades que he oído en tiempo. Es
sencillo, pero efectivo al 200%. Ahora, hay que tener un valor sobrehumano para
hacerlo, porque lo que te vas a decir es de todo menos bonito. Añadiría que
además de decírtelas, reprenderte y arrepentirte, hay que hacer un plan de
acción, para conseguir que no se vuelvan a repetir o al menos corregirlas,
porque aquí estamos para ser la mejor versión de nosotros mismos ¿no?.
No hemos elegido el camino fácil, puede que de hecho hayamos
elegido el difícil adrede, porque a mí me van los retos, y no puedo evitarlo.
Quizá cuando elegí este camino no pude hacerme una idea de la magnitud del
mismo, ni de todas las dificultades que me iba a encontrar, ni de las
variaciones que mi vida podía sufrir –y lo que eso podría llegar a afectarme.
Pero de aquí se sale siendo una persona distinta, me
aventuraría a decir que incluso mejor. ¿Que el camino da un miedo de muerte?
Sin duda. Pero esto consiste en ser burro y águila. Burro con las orejeras:
mirar el siguiente cante, el siguiente día, la siguiente hora. Águila para
cuando sientes esa asfixia del día a día, sobrevolar el camino recorrido, y
darte cuenta de que tus millones de pasos de hormiga se han convertido en
varios cientos de pasos de elefante, y que el camino ya está empezado, es más,
ya está más que pisoteado.
Sí, se puede. Con todo. Solo consiste en ser paciente, darse
tiempo y ponerle un poco de positividad al día a día. Tan fácil y tan difícil
al mismo tiempo.
Bravo, muy buen post. Nos sirve a todos, mucho ánimo!!
ResponderEliminarGracias! ^^ Me alegra saber que sirve, aunque reconozco que solo escribirlo ya es una forma de terapia -además baratísima- jajaja. Muchos ánimos a ti también! y a por todas :)
Eliminarme encanta =) todos deberiamos hacer esto de vez en cuando, y encntrarnos
ResponderEliminarMuchas gracias :) Estuve especialmente inspirada un día y me puse a ello. La verdad es que es esencial cuando el camino se te hace difícil el mirar hacia atrás y ver todo lo que has conseguido, para decir "va, que si, que puedo". Un beso!
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