O aquello de que en el punto medio se encuentra la virtud. Salgo de una semana en la que recibí el primer cante "una caricia" y el segundo "un tortazo" del preparador. A los halagos soy casi inmune, porque no me los creo, lo de que me regalen los oídos se me da fatal porque yo veo mis mil fallos y mis imperfecciones, así que mira, el insuflar orgullo me duró el doblar la esquina de la casa del preparador.
Sin embargo, los tortazos...ay, los tortazos,...qué bien los recibo, casi que me relamo con ellos y mi cara solo pide un "dame más, dame más". Porque es salir de allí, y parece que con cada paso soy más pequeña, más torpe, más pánfila y más de tó'. Así que, a la mañana siguiente, os podéis imaginar que para desayunar la fusta está preparada y encerada, lista para utilizar.
Pero esta mañana, aunque estaba ahí, me "ha puesto ojitos" y no os negaré que he estado a un tris de darle a la matraca, he preferido respirar, coger el tema del tortazo y ver mis fallos, su gravedad y el motivo de que sucedieran (¡bendito raciocinio que en mi casa estés siempre presente!). Los fallos existieron, pero fueron problema más de cabeza, de anticipar el error (aquello de la profecía autocumplida, soy maestro dan cuarto, os lo aseguro). Cuestión de confianza, vamos.
Además, también hay que ser consciente de que los preparadores están para apretar las tuercas. No es posible que en la misma semana haya pegado un cambio para muchísimo mejor y que empiece a dominar el temario, y a los dos días, esté como al principio de los tiempos con los retrasados. Teniendo en cuenta de que el prepa, este último día, repartió estopa a todos mis compañeros...probablemente quiso ponernos las pilas, y aunque es verdad, que los puntos flacos están ahí, no hay que dejarlos de lado y trabajar en ellos, pero no es algo para que esto parezca cualquier paso de semana santa.
Así que ni en las nubes, ni bajo tierra, hay que seguir trabajando y no levantar la vista más allá del próximo tema, del próximo cante.
No estancarse es avanazar! Ánimo!
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